Comunicados

El poeta Diego Alonso Cánovas publica Espejo de emergencia en la editorial Cuadernos del Laberinto

4 de julio de 2025

Diego Alonso Cánovas (Almería, 1949) es uno de los poetas más interesantes y luminosos de la actual lírica española. Sus versos se leen con diligencia, deseando aspirar cada palabra —clara y certera— que nos lleva a un universo inteligente y original donde la musicalidad de la rima y la métrica ayudan a creer en la poesía desvelando emociones y pensamientos profundos que, este autor, sitúa en la cotidianidad, como frontera entre la la razón y el sentimiento.

Doctor y licenciado en Psicología y Matemáticas. Es catedrático de esta última disciplina, y ha ejercido la docencia en múltiples instituciones: desde la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada hasta el IES Nicolás Salmerón, pasando por Psicología en el Centro Asociado de la UNED en Almería. Ha publicado los poemarios Desde Ángulos Distintos (2015), Poemas de andar por clase (2018), este último con el poeta Diego Reche, libro galardonado por el Gremio de Libreros de Almería con el Premio Argaria 2018, Resistir en verso, Décimas para una pandemia (2020), conjuntamente con Diego Ramírez y Diego Reche, y Efímero infinito (2021). También ha coordinado, con Paco Checa Con humor propioAntología de poesía actual (2019). Su último poemario es Espejo de emergencia (2025), publicado por la editorial Cuadernos del Laberinto, que reúne poemas de diversa índole.

Sin dejar de lado el toque humorístico que caracteriza su obra, Diego Alonso Cánovas nos traslada a un universo lírico donde explora temas tan variados como la injusticia social, el paso del tiempo o el amor, en un lenguaje que combina claridad y hondura.

Sin duda, una de las grandes aportaciones del poemario consiste en la reflexión alrededor de la memoria y la necesidad de aceptar las limitaciones de la razón para comprender lo que nos rodea. En una aparente paradoja, una duda activa, que no paralizante, se constituye como el soporte de unas creencias que tienen como objetivo la comprensión del otro.

Espejo de emergencia es de una resplandeciente claridad, algo a apreciar en la obscura poesía contemporánea; y además posee una cuidada métrica, donde predominan los versos heptasílabos, alejandrinos y endecasílabos; o los guiños a poemas clásicos. Sin duda alguna, una excelente recomendación para lectores ávidos de buena literatura.

Uno de los temas en los que más se ahonda en el poemario tiene que ver con el problema del conocimiento. En Platón y yo afirmas que «cuanto más me aproximo, mayores las sombras». En No estoy seguro también escribes, de alguna forma, alrededor de la imposibilidad de las certezas. Esos poemas hablan como un tambalear de las creencias. ¿Cómo se equilibran conocimiento y duda? ¿Cuánta dosis de incertidumbre necesita un descubrimiento?

Recuerdo que, hace tiempo, decidí apropiarme de una frase que decía: «Quien lo ve todo claro es que no piensa con lucidez». A día de hoy, la razón no nos proporciona conocimientos suficientes para tener respuestas a esas grandes preguntas que la humanidad se ha planteado a lo largo de los siglos. Tampoco podemos permanecer parados esperando a tener las ideas claras para ponernos en marcha. Solo nos queda eso de «encender mi vela en vez de maldecir la oscuridad», es decir, en algunos ámbitos, como el religioso o el político, hay que adaptar nuestro comportamiento a unas creencias, principios, o sistema de valores, aún sabiendo que existe la posibilidad de estar equivocados. Y la poesía siempre se ha hecho eco de esta angustia vital que supone tener la suficiente inteligencia para hacerse preguntas pero no para encontrarles respuestas. Ante esta situación, mi poesía refleja las limitaciones de la razón, y mi posición ante la vida: ser creyente. Así se puede apreciar, por ejemplo, en los poemas Mirando arriba, o Tortuoso camino.

Varios de tus poemas son humorísticos. A menudo, la risa queda rezagada en la poesía. ¿Por qué crees que eso sucede? ¿Es importante mantener el humor en este género literario?

Tanto en este como en anteriores poemarios, el humor —el buen humor— está presente en algunos de mis poemas, es cierto. También es cierto que en el universo poético es más frecuente encontrar poemas que se centren en transmitir emociones y sentimientos negativos (tristeza, desamor, soledad, …) que positivos (alegría, esperanza, …), pero no hay que olvidar que el humor ha estado siempre presente en la poesía española, Podemos remontarnos a la Edad Media con las Cantigas de escarnio, al Arcipreste de Hita, al Siglo de Oro con las brillantes aportaciones de poetas como Quevedo, Lope de Vega, Góngora, Baltasar de Alcázar (recordemos su Cena jocosa, por ejemplo), así, pasando por Iriarte, Samaniego, Campoamor, etc., hasta algunos poetas actuales. Este humor, con todas sus variantes, no suele provocar sonoras y desternillantes carcajadas. Hay que mirar con lupa la cara del lector para descubrir, si acaso, una pequeña tensión en los músculos orbiculares (orbicularis oculi, para los amantes del latín) y en los cigomáticos mayores, eso que el vulgo llama una leve sonrisa.

Pero, es que, además, el humor, la risa, es algo positivo para nuestro organismo: en nuestro cerebro se libera una sustancia llamada dopamina, que es un neurotransmisor relacionado con la sensación de felicidad y bienestar. El humor también es beneficioso para el corazón y para nuestro sistema inmunológico. Incluso reduce la producción de hormonas causantes del estrés. Todo son ventajas, de tal manera que, según nos dicen los expertos, es recomendable reírse al menos quince minutos diarios. No encuentro ninguna razón por la que el humor deba estar excluido de la poesía. Ni de la poesía ni de cualquier otro arte.

Desnudarme, escocerme, estar quejoso,

pálido, denso, antisocial, pasivo,

irritado, fatal, soez, cautivo,

hostil, feroz, rendido y sudoroso.

Sentir hasta el aliento pegajoso,

soñar con un glaciar mientras escribo,

mostrame somnoliento, insulso, esquivo,

añorando el invierno riguroso.

Y maldecir a moscas y mosquitos,

y renegar del sol que más calienta,

y encomendarme, suplicando a gritos

que Dios bendito traiga una tormenta

o, al menos, una brisa fresca y suave.

Esto es calor, quien lo sufrió lo sabe.

En varios de los poemas aparece humuvia, palabra con la que Antonio Carvajal se refiere al olor de la tierra mojada tras la lluvia, el conocido preticor. ¿Por qué es importante para ti?

El poeta granadino Antonio Carvajal, Premio Nacional de Poesía en 2012, consideró —con cierta razón— que la palabra petricor le sonaba a «nombre comercial de empresa petrolera o de cadena de almacenes», y creó, como alternativa, el término humuvia. La etimología de esta palabra la explicó así: «Hum- es onomatopeya de la grata aspiración por la nariz; -uvia, de la espiración suave entre los labios». De ahí surgió una invitación colectiva a utilizar esa palabra en nuestros poemas. Una vez recopilados, se publicaron en una antología con el mismo nombre: Humuvia.

La importancia de esta palabra es algo relativo y subjetivo. Hay que verla desde un enfoque filológico, y recordando unos versos de Juan Ramón Jiménez: «¡Intelijencia, dame / el nombre exacto de las cosas! / …Que mi palabra sea / la cosa misma, / …/». En este sentido, muchos poetas consideramos que humuvia refleja mejor que petricor lo que quiere expresar.

Otro de los temas que se desprenden del poemario es el sufrimiento humano (Pateras, Propósito para después de cenar…). Se percibe una sensación de impotencia ante diversas injusticias, y la frialdad con la que, en algunas ocasiones, tratamos de explicar el dolor humano a través de simplificaciones teóricas. Dices, en esta línea, que es necesario algo más que la belleza para cambiar el mundo. En este contexto, ¿qué papel tienen la poesía o la literatura —si es que lo tienen— para denunciar estas injusticias?

Aunque este poemario no es una recopilación de poesía social, sí es verdad que hay una premisa implícita en mi obra, y en las de otras muchas personas que dejan por escrito sus pensamientos o sentimientos: NO ESTAMOS SOLOS. A través de la empatía somos capaces de —en mayor o menor medida— ponernos en el lugar del otro y hacernos una idea del sufrimiento humano. Y así aparecen esos poemas que reflejan algunas injusticias y dramas que nos rodean y que afectan a miles, millones de personas a lo largo y ancho del planeta. Pero, desgraciadamente, la influencia que puedan tener estos poemas, estos escritos, en general, para lograr un mundo mejor, es… mínima. Ojalá fuese todo más sencillo, y la voz de los poetas pudiera despertar conciencias y poner en marcha soluciones. La realidad nos trae imágenes diarias que muestran que hace falta algo más que palabras bellas para construir un mundo más equitativo. Todos venimos al mundo con la potencial capacidad para sentir odio, amor, egoísmo, desprecio, rechazo, solidaridad, etc. Lo llevamos en una de las capas más profundas de nuestro cerebro. Y en la lucha interna entre virtudes y vilezas, no siempre ganan los buenos. Es la condición humana. Contra eso, el papel de la poesía o la literatura es muy limitado.

El poemario contiene también numerosas referencias al olvido y a su necesidad para poder seguir viviendo. En su segunda consideración intempestiva, Nietzsche afirma que «es determinantemente imposible vivir sin olvido». Parafraseando otro de tus poemas: los que odian, por ejemplo, no olvidan nunca. El problema es dificilísimo porque, como se extrae del libro, no podemos olvidar tanto como deseamos, y la memoria también es inseparable de la vida. ¿Cómo ejercer ese derecho al olvido del que hablas? ¿Qué dificultades tenemos a la hora de olvidar? ¿Qué deberíamos olvidar? ¿Qué no?

Nuestro cerebro no tiene una capacidad de almacenamiento infinita. Teniendo esto presente, el olvido cumple una función necesaria y beneficiosa. Recordar absolutamente todos los momentos de nuestra vida produciría una saturación de nuestro sistema cognitivo y no dejaría «lugar» en nuestra mente para poder realizar otras funciones muy importantes para nuestra supervivencia. Pero no es a este tipo de olvido al que me refiero en el poema Limpieza general. Cuando hablo del derecho al olvido, lo hago en términos poéticos, utilizando la analogía entre la limpieza general en un hogar, y la limpieza general pasando la aspiradora entre los pliegues del cerebro. Yo no puedo ejercer el derecho al olvido, no controlo, no controlamos voluntariamente al cien por ciento nuestra memoria. Más bien, lo que expongo es el deseo de poder borrar de nuestra mente todos aquellos errores del pasado, todos los lóbregos recuerdos que pueden seguir atormentándonos innecesariamente mucho tiempo después, todo aquello doloroso cuya evocación nos provoca malestar. Este poema, aunque habla del olvido, en realidad es un viaje a nuestro pasado, un reconocimiento de que, todas las personas hemos cometido errores, todos hemos tomado decisiones equivocadas, todos hemos hecho daño involuntario a otros seres, etc. Es una confesión. Una confesión que hace el yo poético y que, probablemente, algunos lectores compartan, porque, al fin y al cabo, la imperfección es una característica del ser humano.

LIMPIEZA GENERAL

Con los años se han ido acumulando

demasiados objetos en mi casa.

Tengo que revisar

los cajones uno a uno,

tirar a la basura, por ejemplo,

unos cuantos papeles:

amorosas epístolas del banco,

cariñosos recibos de la luz,

algunos libros llenos

de mentiras, etcétera.

No estaría mal poder hacer lo mismo

con mi vieja memoria:

entrar en mi cabeza,

revisar sus rincones,

pasar la aspiradora por los pliegues

de mi cerebro

donde aún permanecen

mis lóbregos recuerdos, mis errores, ...

Y poder expulsarlos.

Bajar los escalones que conducen

a mi yo más profundo,

y proseguir barriendo

todo aquello obsoleto o doloroso.

Y volver a emprender

el resto del camino

con menos peso en la mochila.

En realidad, tan solo

pido ejercer, conmigo mismo,

el derecho al olvido.

VOLVER

A mi querido padre

Poder volver atrás,

poder retroceder como las olas,

girar las manecillas del reloj,

viajar hacia tu tiempo,

volver a estar contigo.

Viajar para abrazarte,

para decirte aquello que mi mente,

de joven inmaduro y egoísta,

no supo vislumbrar.

Volver para editar

ese pedazo de mi vida.

Borrar y reescribir y agradecer,

y mirarte y decirte

o que nunca te dije, que te quiero.

Hoy ya solo me queda la esperanza

de que las altas nubes

te lleven el mensaje y mi recuerdo,

a tu nueva morada.

Gracias, padre

Más sobre Comunicados