
15 de julio de 2025
Las lágrimas de san Lorenzo o lluvia de perseidas es un evento que cada verano reúne a decenas de miles de amantes de la astronomía, o simplemente a espectadores casuales que quieren asomarse al cielo infinito y disfrutar de un fenómeno poco usual. Elegir un lugar apropiado para contemplar cientos de meteoros surcando el cielo puede parecer algo baladí. No obstante, hay rincones que, por las características de su cielo, su poca o nula contaminación lumínica y el valor de su entorno, se diferencian claramente del resto. Para el Grupo RV EDIPRESS, agencia especializada en comunicación turística, estos son los destinos más destacables.
El cielo de Menorca es tan claro que, en noches de perseidas, se pueden contar hasta 100 meteoros por hora. La combinación de aire limpio, humedad baja y regulaciones estrictas contra la luz artificial convierte la isla en un anfiteatro natural para este espectáculo cósmico. Lugares como Cala Macarella, el faro de Cavalleria o Naveta de Tudons, son escenarios en los que el cielo nocturno acapara un protagonismo excepcional.
La pequeña de las Pitiusas tiene mucho que ofrecer al viajero. Una de esas cosas son unos cielos pulcros, de excelsa calidad lumínica, donde dejarse llevar por la contemplación silenciosa, a veces interrumpida por expresiones de asombro. Un atardecer en Ses Illetes o en el Faro de La Mola es el preámbulo perfecto, el calentamiento para el show principal. Un cielo inmenso tenido de negro, salpicado de millones de estrellas y esos cientos de meteoros que aparecen súbitamente.
Resulta cuanto menos curioso que la provincia española con más horas de luz solar a lo largo de todo el año posea también un cielo nocturno igual de cautivador. No es de extrañar que ayude y mucho su marco incomparable: esos paraísos naturales, sus playas kilométricas y pueblos con marcada identidad. Al caer la noche, el manto de estrellas que los cubre amplifica la belleza e invita a quedarse horas absorto en la vista perdida en el firmamento, a la caza de las preciadas perseidas.
Situado en plena Costa da Morte, donde durante siglos se creía que terminaba el mundo, esta genuina villa gallega esconde secretos únicos que los amantes de la astronomía conocen muy bien. Destino Starlight, puede dar fe de que cuando cae la luz del sol, simplemente se transforma. Calma, silencio solo quebrado por la fuerza del mar, que incluso abandona su empeño de robar protagonismo al cielo.
En playas como las de Gures o Estorde se produce un fenómeno muy singular: el ‘Mar de Ardora’. Este espectáculo se debe a la acumulación de noctiluca, un organismo marino que se alimenta de las microalgas que proliferan en esta temporada y son capaces de emitir bioluminiscencia durante la noche, un efecto similar al de las luciérnagas en la tierra. Un complemento sensacional para acompañar a la lluvia de perseidas y alternar vistas al cielo con vistas al mar bioluminiscente.
Esta zona de Cantabria puede presumir de ausencia de contaminación lumínica. Si por el día el viajero queda maravillado ante la espectacular paleta de colores que le regala sus siete municipios, al atardecer, la oscuridad llega para regalar estampas en las que el manto estrellado parece querer abrazar el horizonte, mientras los meteoros se van sucediendo fugazmente, creando un escenario con el que algunos sueñan despiertos. Postales como la Iglesia de Santa María de Piasca con el cielo estrellado como telón de fondo, no se ven en otro lugar del país.
Esta comarca es capaz de proveer al visitante de infinidad de experiencias. Recorridos por villas singulares, visitas a calados históricos y las bodegas más vanguardistas, paseos sin mirar el reloj por mares de viñedos y noches limpias donde el cielo es el complemento perfecto que redondea una estancia inolvidable. La tranquilidad de un territorio donde poder disfrutar de las lágrimas de San Lorenzo solos o en compañía es un reclamo más que suficiente para elegirlo como destino para una escapada ideal.