6 de noviembre de 2025
Europa y España se enfrentan al reto de integrar sus fábricas con sus datos. Conectar los mundos OT e IT ya no es una opción: es la condición para seguir siendo competitivos.
Por Javier de la Cuerda, experto en Industria 4.0 y CEO de Structurit.
La transformación digital ya no es un horizonte, sino una realidad que está redefiniendo el modo en que las empresas producen, se organizan y toman decisiones. Sin embargo, España encara este proceso con un desafío estructural que condiciona su capacidad de avanzar: la desconexión entre el entorno operativo y el informacional, entre lo que ocurre en las plantas, las redes o los servicios y lo que se gestiona en los despachos.
El reciente Informe Draghi, encargado por la Comisión Europea, lanza un mensaje inequívoco: Europa necesita reforzar su autonomía industrial y mejorar su productividad a través de la innovación y la digitalización, o se arriesga a perder peso frente a Estados Unidos y China. En este contexto, España —donde la industria representa cerca del 13% PIB y genera más de dos millones de empleos directos— debe acelerar la conexión entre sus procesos físicos y sus datos de gestión si quiere competir en la nueva economía digital.
El problema no es la falta de tecnología, sino su dispersión. La mayoría de las empresas han avanzado en automatización, gestión de datos o sistemas de información, pero lo han hecho de manera parcial y aislada. Hoy, solo el 5% las compañías españolas tiene conectados sus sistemas operativos —la fábrica, la red o el servicio— con los sistemas de gestión empresarial (ERP, CRM, etc.), lo que deja al 95% tejido productivo gestionando su actividad con información fragmentada. Esa falta de conexión impide tener una visión global y precisa de lo que ocurre realmente en las operaciones, y limita la capacidad para tomar decisiones ágiles y fundamentadas.
Esta situación no afecta solo a la industria manufacturera. Los sectores energético, alimentario, químico, farmacéutico, logístico o incluso la administración pública sufren los mismos síntomas: datos dispersos, sistemas que no se comunican entre sí y una multiplicidad de proveedores que dificulta el control y la seguridad. En muchos casos, las empresas ni siquiera saben con exactitud cuántos actores externos tienen acceso a sus redes o qué conexiones permanecen abiertas. Este desconocimiento genera vulnerabilidad y aumenta los riesgos de ciberseguridad, especialmente en entornos críticos. La consecuencia es una pérdida silenciosa de competitividad. Las compañías que han logrado integrar sus sistemas industriales con los informacionales reportan mejoras del 15% al 30% en la eficiencia operativa y reducciones de hasta un 25% en los costes de mantenimiento, gracias a un mayor control de la producción, la capacidad de anticipar fallos y el aprovechamiento óptimo de los recursos. La conexión entre planta y negocio no es una cuestión técnica: es un vector de rentabilidad, sostenibilidad y resiliencia.
La inteligencia artificial está llamada a multiplicar ese valor, pero su impacto sigue siendo limitado. Menos del 11% las empresas españolas afirma estar aplicando la IA en su actividad, y la mayoría lo hace de forma aislada y experimental, sin integración con sus sistemas ni estrategia corporativa. La IA necesita datos conectados, consistentes y accesibles. Sin esa base, los algoritmos no aprenden, las predicciones fallan y el retorno de la inversión se diluye. En otras palabras, la inteligencia artificial sin integración es solo un experimento caro.
Por eso, el gran reto de la digitalización española no es incorporar más tecnología, sino conectar la que ya existe. Unir los mundos operativo e informacional es la condición para dar el siguiente paso: automatizar decisiones, optimizar procesos y avanzar hacia una producción flexible, sostenible e inteligente.
En este escenario, las soluciones que permiten conectar la planta con el negocio son clave. En España, Structurit, la compañía española experta en Industria 4.0, ha desarrollado Neuraplant, una plataforma concebida precisamente para cerrar esa brecha. Se trata de una solución paquetizada, de despliegue sencillo, que conecta los entornos industriales con los sistemas de gestión y permite sacar el máximo potencial de la inteligencia artificial. Basada en la tecnología más reciente de Amazon Web Services (AWS), Neuraplant integra la información dispersa de la empresa en un entorno seguro, escalable y accesible, facilitando la analítica avanzada y el control centralizado. Su propuesta se adapta a cualquier sector: desde la automoción o la energía hasta la alimentación, la logística o las administraciones públicas. Todos ellos —que en conjunto representan más del 40% PIB nacional— comparten un mismo objetivo: mejorar la eficiencia, reducir el impacto energético y aumentar la capacidad de respuesta ante un entorno económico cada vez más cambiante.
El Informe Draghi lo resume con una frase contundente: Europa necesita “una industria más conectada, más innovadora y más capaz de transformar los datos en valor”. España tiene el talento, la tecnología y las empresas para hacerlo posible, pero necesita actuar con visión de país. La competitividad no vendrá de producir más, sino de producir mejor, con información unificada, decisiones inteligentes y tecnología al servicio de la eficiencia.
Llevamos años hablando de digitalización, pero la próxima década decidirá qué países logran conectar su industria con su inteligencia. España tiene la oportunidad —y la obligación— de hacerlo. Conectar los sistemas no es solo una cuestión técnica. Es conectar el futuro de la economía española.
Para más información sobre Neuraplant y soluciones para la Industria 4.0, visitar: www.structurit.es