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La editorial Cuadernos del Laberinto publica Examen de nacionalidad, Premio de Poesía

12 de noviembre de 2025

El joven poeta Alberto Martín Pérez (Salamanca, 2002) se ha alzado recientemente con el I Premio Alumni–Universidad de Salamanca de Poesía Carmen Martín Gaite gracias a su libro “Examen de nacionalidad”, que llega esta semana a las librerías de toda España de la mano de la editorial Cuadernos del Laberinto gracias al mecenazgo de “Alma Máter Arte y Cultura” y de su directora, la también poeta, Ester Bueno Palacios, que en el prólogo y en el discurso que dio en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca destacó que Alberto Martín Pérez consigue que la poesía deje de ser un alegato elevado para convertirse en espejo de lo común. Y en ese espejo encontremos una verdad sencilla, pero poderosa: la vida se sostiene en gestos mínimos, y la poesía tiene la tarea de unir vidas, ya que Examen de nacionalidad es un poemario que despliega con madurez una reflexión sobre el amor, la identidad y la pertenencia. Lo hace desde la extranjería lingüística, desde la abolición de fronteras, desde la épica de lo cotidiano, desde la conversación con la tradición y desde un sistema simbólico de agua, barro, sal, música y casa.

Te has alzado con el I Premio Alumni–Universidad de Salamanca de Poesía Carmen Martín Gaite. ¿Qué sentiste al saberte ganador y qué significa esto en tu vida?

Lo primero que sentí, sin duda alguna, fue una profunda sorpresa. Es cierto que he sido constante y he trabajado el poemario durante un periodo largo de tiempo, pero nunca pensé que me alzaría con un premio. Saberme ganador, además, de un galardón que lleva el nombre de Carmen Martín Gaite, en su centenario, en nuestra ciudad, Salamanca, me hace sentir un profundo orgullo. Además de una gran narradora, la admiro mucho como poeta. Es una gran poeta. Que un premio de poesía lleve su nombre es, probablemente, uno de los mayores homenajes que se le han podido hacer. Que yo haya ganado esta primera edición, a mis veintitrés años, con un poemario dedicado a mi pareja, íntimo, que reivindica lo cotidiano (algo que, por otro lado, está tan presente en Martín Gaite), me hace sentir eternamente afortunado. También, considero que es un reconocimiento a mi trabajo, lo que agradezco profundamente. 

El título, Examen de nacionalidad, reformula el concepto de pertenencia, proponiendo que la verdadera prueba se centra en la "vida compartida, la resistencia cotidiana o la ternura". ¿De qué manera has vivido este proceso de resignificación de la identidad, pasando de la “burocracia del estado” a la "burocracia del alma"?

Lo he vivido de una manera muy intensa; entendiendo que una relación, al final, es eso: diluir la propia identidad. En el libro hay todo un campo semántico relacionado con el sentido de pertenencia, de extranjería, del sentido del yo. Creo que son conceptos relacionados enteramente con el proceso amoroso: cuando uno está en una relación se olvida de quien es uno, se deja de pensar en individual para diseñar una vida en común. Los intereses, en muchos casos, pasan a ser compartidos. Aprendes una nueva lengua, incorporas costumbres del otro, palabras, expresiones.

En el poema “También amo los puentes”, recupero una imagen (trabajada por tantos autores), que refleja muy bien esto que digo: el puente como espacio compartido, de ida y vuelta; la zanja abierta, la herida… Una relación amorosa, para que sea sana, tiene que estar libre de pretensiones, tiene que ser un espacio común, compartido, limpio, depurado. Creo que la vida también debería ir de eso. Por eso, creo, Ester Bueno Palacios se refiere en el prólogo a pasar de una “burocracia del estado” a una “burocracia del alma”. Deberíamos dejar de mirar a los demás, en términos burocráticos, como un número o un documento de identidad y empezar a mirar como lo que realmente somos: un compendio de pasiones arremolinadas que buscan comprensión y cuidado. Algo que, particularmente, no se está teniendo por los migrantes en la sociedad actual. Yo estoy orgulloso de que mi pareja sea extranjera y admiro profundamente su proceso de exilio. He aprendido mucho y aprendo mucho con ella y creo que es algo que se muestra en el libro. El amor como aprendizaje, como reescritura y como redescubrimiento y, en última instancia, la lengua como ese espacio compartido que lo hace posible. Una lengua abierta, dispuesta a recibir nuevas acepciones, nuevas miradas. Una lengua dinámica, en continuo aprendizaje.

El poema Me rompes el lenguaje es un núcleo temático. La confrontación del español peninsular con la cadencia y el léxico venezolano (naguará) no se asume como conflicto, sino como "ganancia de sentido". ¿Podrías profundizar en cómo esta extranjería lingüística se convierte en una fuerza creativa que da forma a ese "idioma nuevo, íntimo, propio de la pareja"?

Al pensar en la extranjería lingüística, en cómo la he trabajado, su proceso y qué supone esa fuerza creativa, recuerdo a Andrés Neuman en Salamanca cuando vino a presentar Pequeño Hablante, ese maravilloso libro dedicado a su hijo, en el que hablaba, en ese caso, de la fascinación de ver en primera persona cómo un nuevo hablante va adquiriendo y maravillándose con una lengua.

En mi caso, he vivido las dos personalidades y he trabajado desde ellas; por un lado, desde la ignorancia del no hablante, toparme con el español venezolano y sus implicaciones ha sido una experiencia sumamente enriquecedora y que, por supuesto, ha hecho crecer mi diccionario personal de una manera exponencial. Que mi pareja sea migrante, venezolana y, sobre todo, una persona a la que le gusta tanto conversar, ha sido toda una suerte para un enamorado del español como yo. Cada día aprendo de ella palabras y expresiones nuevas que me fascinan y no dejo de sentirme un niño a su lado.

En este sentido, reflexionar acerca de esta sensación de aprendizaje continuo, me hizo darme cuenta del verdadero dinamismo de una lengua como el español y, sobre todo, de que la lengua, en el fondo, no deja de ser algo íntimo, algo compartido. La creamos los hablantes, los que decidimos darle sentido. El español es una prueba palpable de que cualquier lengua es poetizable, no solo desde el punto de vista del léxico, sino desde sus implicaciones, su sentido de pertenencia y su identidad. A mi diccionario personal no dejan de entrar palabras y expresiones que, por culpa de mi chica y de mis amigos latinos, han ido alterando mi “coraza castellana” y, desde luego, eso lo veo como una suma. Al fin y al cabo, la lengua es algo vivo y, como todo lo vivo, necesita estar en continuo movimiento y actuar en libertad. Con el español venezolano y esa ruptura con mi propia identidad lingüística he conseguido, en realidad, sentirme más libre y más completo y, en buena medida, creo que el objetivo de una lengua tiene que ser ese: que cada uno de sus hablantes consiga comunicarse de una manera abierta, pueril y libre.

Tu voz poética se describe como una mezcla de "humor y ternura" con "ironía, pero no sarcasmo destructivo". ¿Fue un desafío encontrar este equilibrio tonal para hablar de temas tan serios como la precariedad y la incertidumbre, sin caer en el sentimentalismo excesivo?

Desde luego. Desde el principio traté de que el libro no acabara convirtiéndose en un poemario de amor cursi y narcisista. Intenté, por todos los medios, hablar del amor de dos, de la vida en pareja, reflejando y reflexionando sobre algunos temas que me interesaban, como la migración, el proceso de resignificación y reelaboración de una lengua cuando tu pareja es extranjera y, en particular, cuando tu pareja habla ese otro español.

Al hablar de la migración, por ejemplo, quería hacerlo sin caer en lo frívolo, en lo victimista, sin que mi discurso como observador pudiera ser hipócrita. He pretendido que se observara el homenaje que, en definitiva, le hago a mi pareja y, por extensión, a todos los migrantes, venezolanos y de otras partes del mundo: siempre me ha parecido y me parecerá, por mucho que traten de banalizar este tipo de proceso de desarraigo, el exilio como un ejercicio profundo de valentía, de inconformismo y de reivindicación. Es un tema que, al trabajarlo desde lo íntimo, me permite hablar de la incertidumbre y de la precariedad, ya desde mi propia voz, ya desde el plural compartido, con el que, insisto, he tratado de reivindicar una labor, como la del éxodo, de admiración profunda, que tanto nos enseña sobre los verdaderos valores, los primigenios, los que deberían sustentar nuestra identidad.

Por otro lado, hay también un claro ejercicio de autoironía, con la que al final intento convertir el ejercicio poético en un campo de juego. El humor es, sin duda, un mecanismo poderosísimo para restarle seriedad a la vida sin alejarse de las cuestiones importantes y pienso que esto es muy necesario en una realidad como la que estamos viviendo, en la que ya hemos comprobado que puede pasar cualquier cosa. En este sentido, la autoironía destruye una identidad, como la propia, que me gusta que sea cambiante. Me río de mí mismo porque me siento vivo, porque me respeto lo suficiente para hacerlo y porque me he dado cuenta de que no hay nada fijo en esta vida y, en este sentido, mucho menos fija es la identidad.

El humor, en cualquiera de sus vértices, es una herramienta que nos ayuda, sin duda alguna, a no dejarnos llevar por la violencia, sin descentrarnos tampoco de unos valores y unas ideas que, por otro lado, creo que son tan necesarias tener presentes. Valores como el respeto o la empatía, creo que, en el mundo actual, se están perdiendo. Yo solamente he tratado de advertir, desde lo íntimo y lo cotidiano, desde lo particular, que el único valor que puede tener estar vivos, en mi opinión, es poder compartir esta vida y, por supuesto, compartirla desde el amor, desde la cooperación y desde el respeto.

Al ganar un premio con el nombre de Carmen Martín Gaite, cuya obra se centró en la "conversación" y la "hospitalidad", ¿cómo percibes que su poemario prolonga ese gesto gaiteano de "escuchar al otro" y hacer de la literatura un diálogo constante?

Me gusta pensar que ha sido un homenaje indirecto e involuntario a Carmen Martín Gaite. Me gusta verlo como una suerte de justicia poética, de lo que logra la magia de la poesía; poner en consonancia dos voces salmantinas alejadas en edad (pero no en ideales) que se encuentran a través de la palabra. No sé si habrá sido Salamanca, si mis valores familiares, si mi experiencia personal, si un cúmulo de todo. El caso es que me alegra compartir y prolongar este gesto gaiteano; saber que no soy el único que piensa que es importante hablar de conversación, de hospitalidad, de escuchar al otro, y hacerlo desde la poesía, desde la palabra. Saber que no estoy solo. Que la presencia es tan importante como el discurso. Lo dicho como lo no dicho. Lo íntimo como lo social y compartido.

El poemario establece un diálogo natural entre clásicos (Cervantes, Salinas o Ángel González) y lo popular (Julieta Venegas o Guitarricadelafuente). ¿Qué función cumple la integración de referencias cultas y populares en la poesía del amor contemporáneo?

En mi caso, por un lado, cumple la idea de mestizaje que está presente en toda la obra. La música como experiencia amorosa, como algo íntimo de la pareja, algo que nos une y nos hace, en muchos casos, reescribir y reorganizar nuestra realidad. Cuando uno escucha una canción, lo hace alterando su percepción del mundo y experimentando una suerte de éxtasis que te subvierte, que te transforma. Cuando lo haces en pareja, no estás solo: la transformación se vuelve doble. El éxtasis lo vives agarrado de la mano. Con la poesía amorosa, pasa un poco lo mismo, pero aquí, es cierto, que lo que referencio es un elenco de nombres que han significado algo para mí, que me han influido, que han azotado mis emociones. Algo que también he compartido con mi pareja, pero que responde a algo más personal.

 Por otro lado, creo que estamos en una época en la que la poesía de amor contemporáneo se sirve de todos los discursos que se atrevan a creer en él: en un tiempo en el que vamos cada vez más rápido y somos cada vez más individualistas, una apuesta por el amor, en cualquiera de sus formas, es importante. Lo popular y lo clásico, siempre, ha tenido un límite borroso, desde mi punto de vista, y creo que es algo que se refleja, tanto en mi obra, como en otras muchos de mis coetáneos, ya de un tiempo para acá y, con un tema tan universal como el del amor, creo que resulta mucho más evidente.

En una época donde el verso libre predomina, ¿qué papel juega el ritmo, la cadencia o la métrica en su trabajo?

 Personalmente, considero que la cadencia y la métrica son importantes en la poesía. Creo que al poema le suma mucho la musicalidad, el ritmo, etc. Creo que lo completa. Esto, por supuesto, es algo completamente subjetivo.

Para entender esto que digo y lograr entender por qué esto se aprecia en mi poesía, pienso, por ejemplo, en Roger Wolfe, que practica un verso libre antirretórico y narrativo, pero que no pierde tampoco en ritmo y lirismo. Para mí es un poeta que trabaja esto de una manera estupenda y que, en este sentido, me ha ayudado a aunar todos estos mecanismos.

La poesía, como oficiante, me gusta que sea divertida. No quiero solo que me ayude, como ejercicio subversivo, a vomitar lo que siento, o lo que no podría decir de otra manera. Más allá del ritmo, aunque también por él, autores como Luis Alberto de Cuenca, como Héctor Ñaupari, como Nicanor Parra, Mario Benedetti, o tantos otros que han podido influirme, me han enseñado eso: que la poesía, a fin de cuentas, tiene que ser divertida. La ironía, para ello, desde luego, ha jugado un papel primordial y, otro, sin duda, es el del ritmo: he tratado de buscar la palabra que encajaba, la melodía exacta. El endecasílabo, por supuesto, me ha facilitado mucho las cosas.

¿Qué poemario clásico y contemporáneo recomiendas leer?

Un poemario clásico que recomiendo es La voz a ti debida, de Pedro Salinas, obra fundamental, en mi opinión, para entender el amor y sus contrariedades. Me parece muy interesante como recupera a la “amada intangible” de Bécquer para dotarle de presencia a través de la memoria y de la palabra, además de tantas otras cuestiones que podría comentar, como ese ritmo característico de sus poemas, con el que consigue, eso que decía antes de la poesía como un campo de juego. Creo que Salinas, en general, consigue mostrar esto con su poesía. Con una poesía amatoria que es profundamente honda, nostálgica y sentimental.

Por otro lado, un poemario contemporáneo que recomiendo es el de Las alas de las polillas, de Amanda Sorokin, publicado por Bajamar hace unos años. Lo leí hace poco, gracias a la amistad que comparto con Amanda y, como le dije a ella personalmente, es un libro que me fascina por la claridad que confiere a lo metafísico, a lo que nos emociona, al humor, a través de lo cotidiano, de lo íntimo, además de trabajar ese concepto tan interesante de la “antropofagia” desde un punto de vista perversamente erótico y vengativo. Solo puedo sentir admiración y profunda alegría por compartir (si es que aún se llevan estas cosas) generación poética con ella. Sin duda, es un ejemplo del tipo de poesía joven que se está publicando hoy y, sobre todo, que está conmocionando.

¿Con qué personaje histórico te irías de cañas?

Si tuviera que elegir a alguien estaría entre Pedro Salinas o Miguel de Cervantes. Por un lado, me encantaría recitarle alguno de mis poemas de Examen de nacionalidad a D. Pedro y brindar con él mientras me da su réplica, saber qué piensa del libro y este tipo de cosas con las que sueña uno en referencia a sus ídolos, además claro, de preguntarle y hablar sobre tantas cosas que me gustaría compartir con él; hablar sobre su exilio en México, sobre la España de la época, sobre tantísimas cosas…

Por otro lado, creo que todos los filólogos y todos los escritores fantaseamos con volver al pasado, o traer del pasado a Cervantes, hablar con él sobre la redacción de El Quijote, sobre Argel, saber qué piensa de la película de Amenábar, por supuesto y, sobre todo, darle las gracias por todo lo que ha supuesto su “locura”, que hizo que la literatura española ascendiera y relumbrara; por lo que supone El Quijote, en definitiva, para la literatura mundial y para mostrarle todo lo que ha ocurrido desde entonces.

Pero, bueno, para ambos casos, me gusta pensar que me encuentro con ellos a través de la literatura y que, referenciarlos, jugar intertextualmente con ellos, es una manera también de sentir que los conozco y que conversamos.

¿En qué proyectos literarios estás sumergido actualmente?

Actualmente, estoy inmerso en un nuevo proyecto teatral con mi grupo de teatro intergeneracional Entre Generaciones y Bambalinas, del que me siento profundamente agradecido por darme la posibilidad de ser uno de los codirectores, por haber podido llevar a escenas obras de teatro breve propio que quedaron tan bonitas y, en definitiva, por seguir creando y creciendo con ellos en el mundo del teatro, mi otra pasión desenfrenada.

En lo poético, estoy trabajando, en una fase todavía muy rudimentaria, en otro poemario en el que reflexiono sobre la identidad, pero al que estoy tratando de darle otro cariz más universal, desde lo personal también, pero con otro enfoque. Claro que no puedo contar mucho más, porque ni yo mismo sé por qué derroteros me llevará esta aventura.

RECUERDA A CERVANTES

Cuando pienses que no puedes más,

que la vida no tiene sentido,

recuerda a Cervantes:

decidió volverse a Madrid,

cansado de tanta batalla

y a días de su cumpleaños;

inmóvil, amor, de una mano,

y llegando ya a Barcelona

fue capturado.

Cuando pienses, preciosa, en rendirte,

que la vida no tiene sentido,

recuerda que cinco años preso

y cuatro intentos de fuga

de nada sirvieron.

Después del fracaso, jugó su última carta:

en la ruina total, con el trauma de Argel

y el fatalismo que acompaña a los poetas

se lavó la cara y la mano,

se miró al espejo

y escribió el Quijote.

COMO UN DÍA DE PERROS

Como un día lluvioso y sin paraguas,

como un día de perros; despeinado,

calado hasta los huesos, con el frío

calzándome los pies. Abandonada

mi ropa toda al fragor de la marea,

rindiéndome a una gripe inesperada,

vertiendo una metáfora a tu ausencia,

cegado por la lluvia y por la rabia;

así me siento yo cuando te has ido.

Cuando no estás y el sol desaparece

y le obliga la luna a arrinconarse.

Así me siento yo; perdido el norte.

Mojados mis harapos, destruido

por una simple lluvia, por tu ausencia.

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