28 de noviembre de 2025
En Sardañola y en todo el Vallés se habla de una cosa: El Cacereño está viviendo un momento brutal. Lo que empezó como una charcutería de las de toda la vida jamón, queso, embutido y buen producto se ha convertido, casi sin querer, en una de las revelaciones gastronómicas más comentadas de Barcelona. Y no es casualidad: cuando haces magia de verdad, la gente aparece sola.
Porque en El Cacereño no se viene solo a comprar. Aquí se viene a disfrutar, a ponerse fino, a probar tapas que se han hecho famosas de boca en boca y de crítico en crítico. Tapas con carácter, con producto serio, con ese punto canalla que engancha. Tapas que han convertido este sitio en un fenómeno entre los paladares más exigentes. Los de morro fino ya lo tienen claro: si quieren acertar, vienen aquí.
Pero la gracia de El Cacereño es que no es un lugar para “un momento del día”. Es un sitio que vive desde el primer café hasta la última sobremesa. Aquí se puede desayunar como un rey, comer de lujo y cenar como si la noche fuese eterna. Y en cada franja, el local mantiene esa aura de autenticidad, sabor y buen rollo que lo ha hecho líder.
Y todo esto nace de una idea que parecía imposible:
Convertir una charcutería en un restaurante de referencia.
Lo hicieron, y lo hicieron a lo grande. Con personalidad, con producto, con oficio y con ese instinto especial que distingue a los valientes de los que solo siguen al resto.
Hoy, críticos gastronómicos y expertos en restauración apuntan todos en la misma dirección: El Cacereño es la nueva bestia gourmet del Vallés.
Un sitio que ha logrado algo muy simple y muy difícil a la vez: que la gente vuelva, repita y lo recomiende como si fuese un secreto que no se puede callar.
El Cacereño no solo está en el mapa.
Está marcando el mapa.