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¿Y si el problema no era el experimento, sino el instrumento? Errores de medición en laboratorio que arruinan resultados

3 de diciembre de 2025

En los laboratorios más rigurosos, donde los datos gobiernan decisiones y la precisión funciona como moneda de cambio, ningún resultado se espera “más o menos correcto”. Aun así, no es raro que un experimento aparentemente impecable termine generando cifras inconsistentes, inexplicables o fuera de rango. En esos momentos, surge una pregunta incómoda —y con frecuencia relegada—: quizá el error no provenga del método, sino de aquello que permanece oculto tras un panel de acero, silencioso, asumido como infalible… el instrumento de medición.

En el universo de la metrología avanzada y la instrumentación científica, la duda dejó hace tiempo de ser “si existe el error”, para convertirse en “dónde se origina”. En más casos de los imaginados, no es el experimento el que falla, sino el instrumento que lo observa.

La paradoja del dato perfecto: cuando la confianza se vuelve sesgo

Un laboratorio moderno puede operar con protocolos impecables, profesionales expertos y software de control de calidad de última generación. Sin embargo, si un equipo de medición presenta una desviación no detectada, todo ese esfuerzo se convierte en una coreografía perfectamente sincronizada… sobre un escenario torcido.

Los errores de medición pueden aparecer de manera sutil:

-Un leve desplazamiento en la calibración de una balanza

-Una deriva térmica en un espectrofotómetro

-Una interferencia electromagnética capaz de alterar la lectura de un sensor digital.

Individualmente, parecen detalles menores; en conjunto, forman una distorsión acumulativa. Estudios publicados en Measurement Science and Technology y Clinical Biochemistry señalan que más del 30% de desviaciones significativas en laboratorios certificados ISO tienen su origen en fallas de equipos de medición o en su control metrológico, no en errores humanos o del método.

Aun así, gran parte de los laboratorios continúa enfocando sus auditorías en la validación de procedimientos, dejando la verificación del instrumento en segundo plano.

El enemigo silencioso del dato confiable

Cuando aparecen resultados inestables, el instinto institucional suele dirigirse a revisar el protocolo experimental. Sin embargo, los problemas de los instrumentos siguen patrones reconocibles para quienes miran más allá de los números.

1. Calibraciones que parecen correctas (pero no lo son)

La calibración deficiente —o malinterpretada— es una de las mayores fuentes de error sistemático:

-Uso de patrones no trazables o sin verificar su estabilidad

-Empleo de equipos de calibración con rango o precisión inadecuados

-Ejecución de calibraciones en condiciones ambientales distintas a las del uso real.

Incluso una calibración digital automatizada puede introducir sesgos si el software de compensación está mal configurado. La sensación de “equipo calibrado” puede convertirse en una ilusión peligrosa.

2. Deriva instrumental: el envejecimiento invisible

Con el tiempo, los componentes electrónicos o mecánicos alteran su comportamiento:

-Los sensores piezorresistivos pierden sensibilidad

-Las ópticas se desalinean

-Las celdas de carga se fatigan.

En instrumentos digitales de alta precisión, una desviación mínima basta para transformar la interpretación de un resultado. La deriva es lenta, progresiva y, en muchos casos, imperceptible hasta que ya forma parte natural de la rutina.

3. El entorno como variable olvidada

Temperatura, humedad, vibraciones o campos electromagnéticos pueden modificar tanto a los equipos como al proceso de medición. Una variación de 2 °C puede alterar densidades o resistencias; una vibración estructural puede introducir errores aleatorios en una balanza analítica.

Por ello, las buenas prácticas recomiendan documentar el ambiente como parte de la trazabilidad metrológica.

4. Selección inadecuada del instrumento

En laboratorios en crecimiento es habitual encontrar equipos generalistas aplicados a procesos que requieren exactitud metrológica. Cuando la resolución del equipo se acerca a la variabilidad del fenómeno, la confiabilidad se desvanece.

Un sensor industrial puede operar adecuadamente en procesos productivos, pero resultar insuficiente para análisis de laboratorio.

¿Por qué los resultados pueden ser inexactos?

Los errores surgen de la interacción de tres variables:

-El instrumento: introduce sesgos por deriva, mal calibración o desgaste.

-El operador: puede incidir al configurar rangos o interpretar lecturas.

-El entorno: condiciona la estabilidad de la medición.

El verdadero riesgo aparece cuando los tres parecen “bajo control”, porque en ese punto el error se vuelve invisible.

En una planta láctea atendida por Valiometro ocurrió un caso ilustrativo. Durante la temporada alta, los análisis manuales de grasa y proteína —aunque precisos— exigían más de 20 minutos por muestra, creando largas filas de camiones y riesgo de deterioro. El Ing. Pablo Mamani, asesor técnico de Valiometro, observó que el problema no era la exactitud del método, sino el tiempo de respuesta.

Tras evaluar la situación, recomendó un analizador por ultrasonido Lactoscan, capaz de entregar grasa, proteína, lactosa y sólidos en menos de 45 segundos. La implementación eliminó el cuello de botella y permitió un flujo continuo sin comprometer la precisión.

Un estudio de SpringerLink (2023) concluyó que, en laboratorios acreditados, un 18% de los errores atribuidos inicialmente a fallas humanas se originaron en problemas instrumentales no diagnosticados. La causa raíz: confianza excesiva en certificados de calibración y falta de verificaciones intermedias.

El verdadero riesgo: pérdida de trazabilidad y credibilidad

La trazabilidad constituye la columna vertebral del dato confiable. Sin registros claros de calibraciones, verificaciones y mantenimiento, la cadena metrológica se rompe. Esto impide comparar o validar resultados frente a estándares internacionales.

En sectores farmacéutico, energético o aeroespacial, una variación de 0.01% puede traducirse en pérdidas millonarias o en riesgos de seguridad. Por ello, normas como ISO/IEC 17025 insisten en la gestión sistemática del estado metrológico de los instrumentos, aunque en la práctica muchos laboratorios solo revisan esta documentación durante auditorías.

La gestión metrológica como cultura

El control de los errores de medición no constituye un trámite, sino una cultura técnica que integra la medición en el pensamiento crítico.

Esto implica:

-Realizar verificaciones intermedias

-Controlar y documentar el entorno

-Monitorear la deriva mediante gráficos de control

-Capacitar continuamente al personal

-Utilizar plataformas que centralicen la trazabilidad y alerten sobre desviaciones.

Laboratorios líderes ya emplean sistemas inteligentes de gestión de instrumentos, con monitoreo en tiempo real y mantenimiento predictivo.

En este contexto, Valiometro se ha consolidado como un aliado técnico. Su equipo combina experiencia en instrumentación digital y analógica con programas de capacitación y asesoría metrológica. Sus ingenieros de aplicación recomiendan soluciones adaptadas a cada proceso, seleccionan equipos adecuados y resuelven dudas complejas sobre calibración y control metrológico.

Intriga final: ¿realmente fue el instrumento?

En ocasiones, el experimento se ejecuta sin fallas aparentes, el instrumento está recién calibrado y el procedimiento se sigue con rigor. Aun así, los resultados se niegan a coincidir. Entonces surge una pregunta final: ¿Y si el problema no residía en el experimento ni en el instrumento, sino en la interpretación de la medición?

Incluso la lectura más precisa pierde valor sin comprensión de la incertidumbre, el contexto y la trazabilidad. El error no siempre es técnico; a veces es epistemológico.

La maestría en medición no consiste en eliminar el error, sino en conocerlo, cuantificarlo y gestionarlo.

En un entorno donde la competencia técnica se mide en micras, ningún laboratorio puede permitirse ignorar la fiabilidad de sus instrumentos. Los errores seguirán existiendo, pero su naturaleza puede elegirse:

-controlados y cuantificados, gracias a una cultura metrológica sólida, o aleatorios e invisibles, cuando los instrumentos envejecen sin supervisión.

El valor real de un laboratorio no se limita a sus métodos, sino a la confianza que transmite con cada resultado. Esa confianza se construye —dato a dato, calibración tras calibración— sobre instrumentos verdaderamente confiables.

Valiometro ofrece apoyo técnico para reducir incertidumbre, optimizar procesos de medición y fortalecer el control metrológico. Desde formación en buenas prácticas hasta asesoría personalizada para la selección de instrumentos —ya sea en medición digital, equipos de calibración o sistemas automatizados—, su equipo contribuye a elevar la fiabilidad de los resultados.

Porque en ciencia, como en metrología, la precisión nunca es fruto del azar.

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