
1 de julio de 2025
La reciente elección del nuevo director técnico del equipo Cuba de béisbol ha generado sorpresa y debate en múltiples espacios deportivos. Lejos de apostar por una renovación o por un perfil con experiencia internacional comprobada, la decisión apunta a una figura asociada a métodos tradicionales y un enfoque poco actualizado.
A pesar de contar con varias opciones con méritos deportivos y técnicos, la selección final parece responder más a criterios ajenos al rendimiento en el terreno. La falta de conexión con las tendencias actuales del béisbol, sumada a una trayectoria centrada casi exclusivamente en el ámbito nacional, levanta dudas sobre la capacidad del equipo para competir en igualdad de condiciones en escenarios internacionales exigentes.
Más allá de las cualidades personales del elegido, su perfil encaja en una lógica institucional que prioriza la estabilidad y el alineamiento político por encima de la evolución táctica o la apertura al béisbol profesional. Bajo este modelo, la convocatoria de jugadores tiende a limitarse a quienes mantienen una postura alineada con la estructura vigente, lo que reduce significativamente el abanico de talento disponible.
Este enfoque, ya probado en ciclos anteriores, ha mostrado escasos resultados. Persisten problemas estructurales como la poca adaptación al juego moderno, el manejo ineficiente del cuerpo de lanzadores, la falta de análisis de los rivales y una ofensiva que no responde a los estándares actuales.
El béisbol cubano vive un momento clave. El desempeño en el último Clásico Mundial demostró que, con integración y visión estratégica, es posible competir a alto nivel. Sin embargo, para consolidar ese avance se requiere un liderazgo que entienda el contexto global del deporte, promueva el estudio riguroso del juego y tenga la capacidad de integrar a los mejores talentos disponibles, sin exclusiones.
La nueva etapa parece alejarse de esa dirección. A menos que ocurra una transformación sustancial en la mentalidad del cuerpo técnico, el equipo nacional volverá a enfrentar los mismos desafíos de siempre, con menos margen para el error.
En un contexto donde otros países continúan innovando y profesionalizando sus estructuras, mantener fórmulas del pasado no solo es una apuesta arriesgada, sino también una renuncia a todo lo que el béisbol cubano podría ser.