21 de marzo de 2024
Luis M. Romero-Rodríguez cuenta con 17 años dedicado a la enseñanza universitaria en varios países Iberoamericanos, incluido España. Actualmente, es profesor e investigador en la Universidad Rey Juan Carlos y ha participado en una docena de proyectos de investigación y transferencia en materia de comunicación y educación. Ante la irrupción de la Inteligencia Artificial en la educación superior y el dilema que la incorporación de estas herramientas ha significado, Romero abandona la visión apocalíptica y considera que la evolución de la IA es indetenible “independientemente de las opiniones que los expertos y académicos tengamos”. Visualiza un panorama repleto de oportunidades, pero que obliga a los profesores a evolucionar en sus didácticas y métodos de evaluación.
En un contexto en el que la tecnología es una extensión del cuerpo humano, en el que este está aferrado a un teléfono móvil la mayor parte del tiempo, y en el que los líderes de opinión suelen ser influencers sin necesidad de una formación específica de los temas que abordan, es difícil aventurar las innovaciones que están por llegar. Este escenario ha supuesto para los centros educativos verdaderos retos, no solo de actualización de competencias del profesorado, sino también de adaptación a los cambios que exigen las tecnologías disruptivas como la IA generativa.
Para Romero-Rodríguez, la llegada y popularización de herramientas como ChatGPT, Gemini, MicrosoftCopilot o Jasper trae consigo muchas oportunidades de personalización y automatización de los aprendizajes, como en su momento lo hizo el advenimiento Internet y los buscadores, y anteriormente las enciclopedias multimedia. Sin embargo, el saber que los estudiantes pueden generar trabajos completos, análisis e incluso ensayos con el uso de la IA, sin leer una sola línea, obliga a que los docentes tengan que innovar en las formas de evaluación. “Ya no vale evaluar solo con un trabajo escrito. Hay que saber plantear esa asignación de manera que el alumnado se vea en la necesidad de aportar su conocimiento, sea a través de trabajos prácticos aplicados, o de otro tipo de evaluaciones como las exposiciones, las simulaciones, o los debates”.
El investigador apunta a que últimamente se han hecho esfuerzos por innovar en las aulas, utilizando estrategias como el learning by doing, el aprendizaje basado en proyectos, en problemas, el aula invertida, la gamificación o las simulaciones. En este sentido, añade que “propiciar situaciones de aprendizaje con innovación, incluso utilizando la inteligencia artificial en el aula, ayudará a los profesionales del mañana a dominar esas herramientas, sin abandonar o perjudicar las competencias y aprendizajes que deben tener”, más aún cuando parece que se está llegando al fin de la “titulitis” y las empresas están contratando más por las competencias que el prospectivo trabajador pueda demostrar tener.
A juicio del experto, aunque ya existen muchas herramientas que permiten detectar si un trabajo está realizado con IA generativa, como por ejemplo la plataforma de detección de OpenAI, la función de detección de Turnitin, CheckGPT, GPT Zero, Originality.ai o Undetectable AI, “la mejor detección de si ha habido o no aprendizaje siempre será el docente como experto en la materia”. En este sentido, valora positivamente que muchos campus estén dotando a su profesorado de estas herramientas de detección, pero también considera que debe enseñarse cómo integrar la IA a cada asignatura, pues cada vez más perfiles laborales están exigiendo este conocimiento como competencia transversal de los egresados.
Aunque muchas universidades ya están reglamentando -y en la mayoría de casos, prohibiendo- el uso de Inteligencia Artificial generativa en los trabajos y lo comparan con el plagio, Romero-Rodríguez opina que no se puede “tapar el sol con un dedo”, pues insiste en que cuando el proceso de enseñanza-aprendizaje y su evaluación están correctamente planificados, la IA puede significar un gran apoyo. “¿Cómo le pido a un estudiante que no use la IA en una asignatura de Publicidad, cuando en las agencias ya se están haciendo hasta campañas completas con estas herramientas?”.
Para Romero, además de una correcta planificación docente y de su evaluación, utilizando mecanismos innovadores que vayan más allá del tradicional trabajo escrito, resulta fundamental desarrollar criterios de valoración claros que se enfoquen en evaluar aprendizajes más que “llenar folios con textos”. Asimismo, considera que debe establecerse un diálogo abierto y debates de altura en las Universidades e instituciones de educación superior sobre las implicaciones éticas relacionadas con la IA, la privacidad y los derechos de autor, de manera de establecer marcos regulatorios que garanticen su uso responsable.