Sevilla

San Jerónimo pierde su histórica Fábrica de Colores

3 de agosto de 2025

Foto via X

El barrio sevillano de San Jerónimo se ha quedado sin uno de los últimos vestigios de su pasado industrial. La Fábrica de Colores Nuestra Señora de la Esperanza, que durante décadas formó parte del paisaje de la zona, ha sido demolida y hoy solo quedan escombros en el solar donde se levantaba. Ni las asociaciones vecinales ni el propio Ayuntamiento han confirmado qué se construirá en su lugar.

Para el historiador Julián Sobrino, especialista en arquitectura industrial, la fábrica no destacaba por su monumentalidad, pero sí era parte de la trama industrial periférica de Sevilla que podría haberse recuperado para nuevos usos. Según sus estudios, el edificio carecía de protección patrimonial formal, no estaba catalogado como Bien de Interés Cultural ni incluido con un grado de protección específico en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz. Tampoco el PGOU contemplaba su conservación, lo que facilitó su desaparición dentro de los recientes planes urbanísticos de la zona.

Pese a no contar con respaldo legal, la fábrica sí tenía reconocimiento en el ámbito académico y en la memoria colectiva del barrio. El IAPH la incluyó en listados de patrimonio industrial a documentar, y colectivos vecinales habían mostrado su interés en preservar estos símbolos del pasado obrero, aunque sin éxito en lograr una protección efectiva.

La historia de la fábrica se remonta a la década de 1930, coincidiendo con la expansión industrial de San Jerónimo gracias al ferrocarril. Poco después de abrir sus puertas, atravesó dificultades económicas durante la Guerra Civil, hasta el punto de anunciar su venta en 1938. Aun así, la planta continuó en funcionamiento y vivió su época dorada entre los años 40 y 60, convirtiéndose en una de las industrias más representativas del barrio junto a otras como Industrias Subsidiarias de Aviación o la factoría Cros.

Especializada en la producción de pigmentos de óxido de hierro rojo, sus materiales abastecían a fábricas de esmaltes cerámicos, pinturas, imprimaciones anticorrosivas e incluso talleres artísticos. Arquitectónicamente, la fábrica combinaba funcionalidad industrial con detalles regionalistas, destacando su portada neomudéjar de ladrillo visto y azulejos polícromos, así como la esbelta chimenea de ladrillo que aún sobresalía entre las naves hasta su demolición.

Durante décadas, la Fábrica de Colores no solo produjo pigmentos, sino que también alimentó la identidad obrera de San Jerónimo, ofreciendo empleo a muchos de sus vecinos. Con su derribo, desaparece un fragmento del pasado industrial de Sevilla, que ahora solo pervive en estudios, archivos y en la memoria de quienes lo conocieron.

Más sobre Sevilla